El adiós a los videoclubs, de lo que fueron a lo que son ahora

La rueda, la pólvora, la imprenta o la anestesia fueron grandes descubrimientos hechos por los humanos y que, en mayor o menor medida, aún hoy siguen vigentes. Son logros universales y permanentes que han mejorado la calidad de vida de la sociedad. Fueron grandes inventos que han dado paso a otros. De la rueda, por ejemplo, salieron primero los carros empujados por bueyes o caballos, los vehículos a motor y todo el transporte terrestre tanto de vehículos como de pasajeros.
La era tecnológica, sin embargo, se ha prodigado en inventos que maravillaron por su revolucionaria innovación y su gran funcionalidad, pero que, al cabo de unos pocos años, se mostraron como estrellas fugaces. Su tecnología se mostró obsoleta muy pronto.
Estamos hablando de casos como el del fax, los discos de vinilos, el casete, los reproductores de vídeo o los disquetes de tres pulgadas y media. En su día despuntaron por su capacidad para mejorar la vida de los individuos, pero que pronto se vieron superadas por otros inventos que siempre iban más allá.
Estos ejemplos nos sirven para ilustrar el auge extraordinario y la caída en picado del negocio de los videoclubs.
A principio de los ochenta no había barrio obrero ni distrito adinerado que no contase con media docena de ellos. Entrar en sus establecimientos y deambular por las estanterías tratando de escoger entre cientos, tal vez de miles de títulos de películas, y marcharnos a casa para disfrutar una noche de cine, palomitas y sofá. El cine abandonaba las grandes salas y se metía en casa por unos pocos euros.
Tuvieron un par de décadas de gloria. Se expandieron rápidamente por todas las ciudades y contaban con un público numeroso y fiel dispuesto a disfrutar de una buena historia sin salir de casa y a precios populares.

Los comienzos triunfantes y su rápida expansión

En esa época de expansión y beneficio rápido, los bancos se prestaban a financiar los nuevos vídeo clubs porque era el negocio de moda que se mostraba con una alta tasa de éxito.
Paradigmático es el caso de la cadena Blockbuster para entender la historia de los videoclubs. 1982 iniciaron su modelo de negocio basado en el alquiler de cintas a través de un inventario informatizado y un catálogo separado por categorías.
A finales de 1987, Blockbuster ya disponía de 133 tiendas solo en su zona de influencia. En los 90, la compañía abrió franquicias por todo el mundo. En 2004 la empresa contaba con más de 9.000 establecimientos a escala mundial.
Los videoclubs comenzaron a adaptarse a las cada vez más exigentes demandas de los consumidores. Ampliaron catálogos, se ofrecían packs de varios títulos a precios reducidos, se amplió el tiempo de disfrute antes de su devolución y se declaró una guerra de precios entre los distintos videoclubs para tratar de arrebatar los clientes a la competencia, o de fidelizar más a los habituales. Pero en 2004 la cosa comenzó a fallar.

La lucha contra la piratería y las descargas de internet

No fue una sola la causa la que provocó la quiebra del negocio de los videoclubs. El surgimiento de dispositivos tecnológicos que permitían la copia de películas, el floreciente auge de la piratería online y la llegada y expansión de las plataformas de vídeo bajo demanda se convirtieron en los clavos que sellaron el ataúd de este negocio.
En enero de 2013, Blockbuster anunció el cierre de los 300 establecimientos que aún permanecían abiertos en territorio norteamericano. Dos años antes, la propietaria de la franquicia, Dish Network, había invertido 234 millones de dólares para salvarla de la bancarrota. Pero este esfuerzo financiero no sirvió de nada. Los consumidores habían puesto su punto de mira en el consumo de películas a través de la distribución digital de vídeo.
Los pequeños propietarios, después de mantenerse a duras penas en el negocio durante los últimos años, están siendo contagiados por esa epidemia maldita llamado cierre comercial. Sus extensos catálogos de películas que superan los miles de títulos los están vendiendo a precios de risa.
Los videoclubs no solo eran sitios de alquiler de cine a precio asequible. También se convertían en lugares de encuentro entre cinéfilos, se hacían recomendaciones, se desmenuzaba la trama o se encendían polémicas sanas sobre las preferencias cinematográficas o las dotes artísticas de los actores y actrices protagonistas.
Esa relación de amor por el cine de videoclub está echando el cierre a medida que las rejas de las tiendas de estos establecimientos se están cerrando para no volver a abrir.

El auge de Netflix, Movistar+ y otras plataformas digitales

Reed Hastings era uno de los millones de clientes de las franquicias de Blockbuster. Cuando quiso devolver la copia de la película Apolo 13 varios días después de la fecha acordada, el empleado le exigió una fianza de 40 dólares. Indignado, Reed decidió crear una cadena de videoclubs sin multas ni compromisos.
La idea fue madurando y mutando hacia un negocio online. A través de la web, el cliente elegía los títulos a través de su catálogo, y la plataforma se las hacía llegar a través de correo postal.
Había nacido Netflix. La llegada de la banda ancha fue el siguiente paso para transformar la plataforma en un servicio de visionado de películas y series a través de ordenadores y televisores inteligentes. El éxito es incuestionable: actualmente Netflix cuenta con más de 130 millones de suscriptores y su facturación supera los 20.000 millones de dólares anuales.
Si Blockbuster es un caso de éxito rápido y caída fulgurante, la historia podría haber sido distinta si en el año 2000 hubiera aceptado la oferta de adquirir Netflix por 50 millones de dólares. John Antioco, el consejero delegado de Blockbuster por aquel entonces rechazó la oferta al creer que sus clientes preferían acudir a las tiendas y husmear en su catálogo de cintas antes que pedirla online.
A Netflix se le ha unido en los últimos años gigantes industriales como Amazon y Movistar+ para montar sus servicios de streaming. Otras productoras como HBO y la propia Disney han lanzado o esperan lanzar sus propios servicios de video bajo demanda en los próximos meses.
La forma de ver el cine y las series ha cambiado mucho desde aquellos principios de los ochenta en que surgieron los primeros videos clubs y los primeros amantes al cine que acudieron como locos para disfrutar, por unos pocos euros, de unas horas de entretenimiento sin salir de casa.
Netflix parece haber sentado las bases de un negocio próspero que espera triunfar durante muchas décadas. ¿O no? ¿Surgirá algún nuevo modelo de negocio basado en nuevas tecnologías que sea más atractivo para los amantes de la ficción?
La tecnología tiene estás cosas: surgen negocios que son minas de oro, y pocos años después solo son historias de éxito contadas por las hemerotecas.